Rafael VegaAyer, 16 de octubre de 2011, tuve la fortuna de visitar la Catedral de Sal de Zipaquirá cuya profundidad es de 180 metros bajo tierra, fue una experiencia maravillosa, si bien no hay ningún prelado en el templo catedrático si se celebran eucaristías, más que un recinto catedrático se trata de un lugar turístico, sinceramente me parece mas un museo que un verdadero templo catedrático.

Mas allá de la idea religiosa por la que van muchos feligreses, es una experiencia genial, la arquitectura que se encuentra dentro es algo nunca antes visto, es una arquitectura única en el mundo, todo gira entorno a lo religioso y es imposible dejar de sentir sensaciones extrañas respecto a creencias y demás.

Lo realmente impresionante es que TODO, absolutamente TODO, esta hecho de sal, la misma sal que se encuentra en toda la mina, las esculturas, las grandes naves que se encuentran en la catedral, TODO esta hecho totalmente de sal. El olor a azufre por culpa de la descomposición de la piedra de sal es impresionante pero se encuentra dentro de los niveles de tolerancia no tóxicos.

Mi recomendación para vivir esta experiencia al máximo, sin estar corriendo y disfrutar todo lo que nos puede brindar el recorrido por la mina es dedicar un día completo a esta vivencia, no basta con una tarde, debe ser el día completo.